El Equilibrista (parte 3: los corceles del apocalipsis)

Vamos a ponernos un poco divinos, locos (¿¡nooo... cuándo!?) y fatalistas (¿¡Máaas!?).

Traten de ver el fin del mundo como nos los plantean las relegiones, err... las religiones dominantes... traten de imaginar que anda suelta una bestia y que desde el terciopelo escarlata en que se ha convertido el horizonte, cuatro jinetes cabalgan hacia el colapso humano...

Ahora, tan adentro, y a la vez tan lejos del protagonismo de esta visión dantesca, concéntrense, no en los jinetes, sino en sus corceles...

Comparen sus miradas: la locura, la frialdad, la perversidad y la sabiduria de los ojos de cada uno de sus jinetes, nada tienen que ver con sus caballos... los cuatro, con la mirada perdida...

Porque, más allá de la sacrosanticidad o sacrosacrilegiosidad (¡trágate esa, Real Academia!) de estas cuatro figuras, el común con la irreverencia de los seres vivos de esta tierra, es esa... los caballos... su mirada sigue siendo vacía.

Nada, ni siquiera la divinidad demoniaca o intrascendencia terrenal, salva a estos seres de su mirada hueca y cuadrada... incapaz de ver más allá del camino que el amo decide...

¿Por qué entonces, la fascinación de los seres humanos hacia este animal sobrepasa al amor por su figura plasmada en un lienzo? (Nota del Bastardo del Blog: el caballo es el animal con más apariciones en la pintura).

¿Por que también debemos emular su actitud y su visión?

Hoy no descubro, sólamente confirmo, que una gran parte de los seres humanos es igual a los caballos: incapaces de abrir su perspectiva ante la vida, inútiles ante la captación del punto de vista de los otros, imbéciles para ver más allá de lo que los amos le ordenan ver... dispuestos a arrojar su existencia hacia los brazos de la nada, sólo con recibir esa orden.

Porque la humanidad, al igual que los caballos, no es tan estúpida... es simplemente cerrada.

Inoperante al momento de abrir sus ojos y su mente a la idea de que tu jefe no siempre tiene la razón y tus subordinados no siempre son idiotas, que los otros no son unos bastardos por pensar distinto a tí, que no eres nadie para declararte mejor que los demás, porque siempre habrá alguien entre los que buscas aplastar que sea mejor que tú en otra cosa...

Porque el mundo no gira para buscar como afectarte... el sol no sale para acalorarte ni la lluvia cae para mojarte... eres parte de un todo y debes saber vivir con el todo (el ser sin balance desconoce la tolerancia).

Porque la humanidad, al igual que los caballos, no es tan mala... es simplemente ciega.

Tal vez los caballos del apocalipsis no vendrán a liquidarnos... simplemente es el camino que ven y es el que siguen... pero estos corceles no tienen otra opción más que su mirada recta, hueca y vana... nosotros sí tenemos otros caminos.

Porque la humanidad, al igual que los caballos, no nacío para ser esclava... sólo necesita correr libre para elegir su camino y abrir sus mente a la iluminación...


(Continuará...)